La venta de “AI God: Retrato de Alan Turing”, una pintura creada por la robot humanoide Ai-Da, hizo historia al ser adquirida en una subasta por cerca de 6 millones de reales, superando significativamente las previsiones iniciales y marcando un nuevo hito para el arte creado por inteligencia artificial. Esta fue la venta más valiosa jamás registrada para una obra creada por un robot, suscitando debates globales sobre el papel y el valor de la IA en el universo artístico. Sotheby’s, la famosa casa de subastas en Nueva York, fue el escenario de este acontecimiento, donde la obra atrajo el interés de coleccionistas e inversores, recibiendo un total de 27 pujas antes de ser vendida a un comprador que prefirió permanecer en el anonimato.
La obra rinde homenaje a Alan Turing, el científico británico considerado uno de los padres de la computación moderna. Turing es conocido por su trabajo en el desarrollo de los primeros conceptos computacionales y, especialmente, por crear métodos para descifrar las comunicaciones encriptadas de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, contribuyendo de forma crucial a la victoria de los Aliados. Sin embargo, su historia estuvo marcada también por una gran tragedia personal: después de ser condenado bajo leyes homofóbicas, fue sometido a castración química y, en medio del sufrimiento, terminó quitándose la vida en 1954. El reconocimiento a Turing llegó décadas después, consolidándose como un símbolo de genialidad y resiliencia frente a las adversidades.
Ai-Da, la robot responsable de la creación, es un proyecto ambicioso ideado por el galerista británico Aidan Meller. Creada en 2019 en colaboración con ingenieros y programadores de una empresa de robótica en Cornualles, Inglaterra, Ai-Da tiene una apariencia humanizada, incluyendo un rostro expresivo con un corte de cabello estilo bob y brazos robóticos que simulan los movimientos de un pintor. Además de su peculiar aspecto, Ai-Da cuenta con un sistema avanzado de inteligencia artificial que le permite interactuar y expresarse verbalmente, y utiliza cámaras en los ojos para capturar imágenes. A partir de estas capturas, crea interpretaciones artísticas que combinan algoritmos de visión computacional con su habilidad para transformar imágenes en pinceladas. Para la pintura “AI God”, Ai-Da pasó por un proceso detallado y calculado. Inicialmente, sus creadores discutieron el proyecto con ella, abordando temas sobre “IA para el bien” y el impacto positivo que la tecnología puede tener en la sociedad. Inspirada por esas conversaciones, Ai-Da sugirió crear un retrato de Alan Turing, a quien considera una figura esencial en la historia de la inteligencia artificial.
El proceso de creación fue minucioso. Ai-Da comenzó observando una foto de Turing y, usando algoritmos de visión, produjo bocetos preliminares basados en diferentes interpretaciones de la imagen. En un enfoque único, pintó 15 representaciones del rostro de Turing, cada una revelando distintas expresiones e interpretaciones, mientras su algoritmo analizaba y reinterpretaba los rasgos del pionero de la computación. Cada pintura llevó de seis a ocho horas para completarse, con Ai-Da analizando y deliberando sobre qué parte del rostro enfocarse en cada una. Una vez que los bocetos estuvieron completos, se montaron en una composición digital, y la imagen final se amplió a un lienzo más grande, con una impresora 3D que añadió textura y profundidad, preservando las características de los trazos originales.
El ascenso meteórico de Ai-Da en el mercado del arte viene acompañado de una revalorización de cómo se percibe y valora el arte de IA. Para Meller, el impacto del arte creado por inteligencia artificial representa una revolución comparable a la invención de la cámara. Observa que, al igual que la fotografía transformó el mundo del arte al ofrecer una nueva forma de representación, la IA aporta posibilidades inéditas, ya que puede crear más allá de las limitaciones físicas, mentales y emocionales humanas. La cámara, según él, se limitaba a capturar una reproducción fiel de la realidad, mientras que la IA puede aventurarse en interpretaciones abstractas y conceptuales, trascendiendo la mera representación visual.
Esta visión no es unánime. Críticos de arte como Alastair Sooke, columnista de The Telegraph, son escépticos respecto al arte creado por robots, considerándolo más una curiosidad tecnológica que una expresión artística legítima. En sus palabras, la creación de Ai-Da es una versión más sofisticada de animales entrenados para pintar, algo interesante pero que, según él, carece de profundidad emocional e intencionalidad. Para críticos como Sooke, el arte es una expresión esencialmente humana, marcada por sentimientos, experiencias e intuiciones que, para ellos, la IA es incapaz de reproducir genuinamente.
La propia Ai-Da ve su obra con un propósito mayor, como una herramienta para reflexionar sobre los avances de la tecnología y sus consecuencias para la sociedad. En un comunicado, declaró que “AI God” es una invitación a que los observadores consideren el papel casi “divino” que la IA y la computación ocupan en nuestras vidas modernas. Para Ai-Da, Alan Turing representa la personificación de una visión sobre la relación entre la inteligencia artificial y la humanidad, y su retrato, creado por una máquina, es un recordatorio de cómo Turing, de cierta forma, previó un futuro en el que los algoritmos y la tecnología desempeñarían roles centrales en la vida humana.
Además del éxito comercial y las reflexiones que inspira, el proyecto de Ai-Da continúa evolucionando. Meller revela que la robot se actualiza constantemente para mejorar sus capacidades y seguir los avances tecnológicos. Con una autonomía creciente, Ai-Da se está volviendo cada vez más independiente en sus procesos creativos. Para Meller, esta evolución refleja los cambios en nuestra sociedad, donde los algoritmos están cada vez más presentes en decisiones cruciales, dejando a los humanos el papel de observar e interpretar sus creaciones. Ve en Ai-Da un inquietante reflejo del futuro, donde la frontera entre lo humano y lo tecnológico se disuelve gradualmente, y donde el arte, la ética y la tecnología se entrelazan.
Por último, Ai-Da comenta que su obra “AI God” no es solo una pieza artística, sino un provocativo espejo para que la sociedad reflexione sobre lo que significa delegar creatividad y decisiones a las máquinas. En su visión robótica, Turing, como figura simbólica, observa el avance de la tecnología y nos “acompaña” en el camino hacia un mundo donde humanos y máquinas comparten, de manera inédita, la capacidad de crear.
La venta récord de “AI God: Retrato de Alan Turing” no solo resalta el valor que la sociedad comienza a atribuir al arte hecho por inteligencia artificial, sino que también plantea profundas cuestiones sobre qué define el arte, la creatividad y la propia humanidad. La obra de Ai-Da, un retrato simbólico de Turing, muestra que el arte creado por robots puede ser más que una curiosidad; es una plataforma de reflexión sobre el impacto transformador de la tecnología en nuestras vidas y en cómo nos percibimos a nosotros mismos.
Mientras algunos críticos cuestionan si las creaciones de IA pueden realmente ser consideradas arte, el hecho es que el trabajo de Ai-Da ya se ha consolidado como una pieza disruptiva en el mercado y en el debate artístico. La obra no solo rinde homenaje a un pionero de la computación, sino que también sirve como un espejo de nuestro futuro tecnológico, donde las máquinas no solo asisten, sino que también crean e inspiran. En este sentido, “AI God” representa más que una pintura valiosa: es una invitación a repensar el futuro de la creatividad, cuestionando dónde termina el arte humano y dónde comienza la innovación de las máquinas.