En los 17 años desde el lanzamiento del primer iPhone, la revolución táctil transformó la forma en que interactuamos con nuestros dispositivos, redefiniendo lo que esperamos de un teléfono. Hoy en día, es difícil para muchos imaginar la vida sin la conectividad constante y el acceso inmediato a información y entretenimiento que los smartphones proporcionan. Pero, con la omnipresencia de estos aparatos, surgen también interrogantes sobre su impacto en la vida cotidiana.
Con el paso de los años, la sociedad comenzó a comprender los beneficios y los perjuicios de los smartphones. Estudios científicos y experiencias personales destacan cómo el uso de estos dispositivos puede perjudicar la concentración, interferir en el sueño y afectar la salud mental. Ante esto, algunos usuarios buscan formas de reducir el tiempo frente a la pantalla, recurriendo a aplicaciones que limitan el uso. Sin embargo, hay quienes optan por medidas más radicales, volviéndose hacia los llamados dumbphones — teléfonos con funciones básicas como llamadas, mensajes de texto y alarmas, que nos remiten a tiempos anteriores a la conexión constante.
Los dumbphones incluyen desde modelos inspirados en los teléfonos flip de los años 90 hasta versiones sofisticadas y minimalistas, con precios sorprendentemente altos, dirigidos a un público que desea simplicidad sin renunciar a cierto estilo. Entre los adeptos se encuentran padres que quieren proteger a sus hijos de las distracciones de los smartphones, personas mayores que prefieren un aparato de fácil uso y trabajadores de áreas como la construcción, donde los dispositivos robustos son esenciales. Además, jóvenes conocidos como “neoluditas” adoptan estos teléfonos como una forma de escapar de las redes sociales y de la hiperconectividad, buscando una experiencia de vida más offline.
Personalmente, esta tendencia también me llamó la atención. Crecí sin videojuegos en casa y pasaba horas jugando en la casa de amigos, una experiencia que se repitió en la vida adulta con la llegada de los smartphones. Como periodista, Twitter se convirtió en parte de mi rutina laboral, pero pronto me di cuenta de cómo la constante exposición a las redes sociales y a las noticias me dejaba mentalmente agotado. Durante la pandemia, dejé Twitter, pero pronto me vi absorto en Instagram Reels. La idea de un teléfono más simple parecía atractiva y viable para ayudarme a reconectar con el presente y reducir el estrés digital.
Sin embargo, la transición no fue tan fácil como imaginé. Para empezar, encontré pocas opciones de dumbphones disponibles y pocas reseñas que pudieran guiarme. La mayoría de los artículos y análisis en línea se dedican a los smartphones, dejando a los dumbphones como un nicho con pocos entusiastas. Finalmente, encontré un recurso creado por el escritor y defensor de los dumbphones Jose Briones, que ofrece una herramienta para localizar estos dispositivos. Elegí un CAT-S22, un teléfono flip semi-inteligente que me costó 69 dólares e incluye algunas funcionalidades de smartphone, como Google Maps. Al usarlo, experimenté la simplicidad de hacer llamadas y enviar mensajes sin la distracción de las redes sociales, con el bono nostálgico de escuchar el “clic” al cerrar el aparato.
Pero, ¿por qué los fabricantes no invierten más en este tipo de dispositivos? Aunque existe una demanda creciente, el mercado es diminuto en comparación con el de los smartphones. En los EE.UU., los dumbphones representaron solo el 2% del mercado de celulares en 2023, lo que aún equivale a millones de dispositivos vendidos. Según Counterpoint Research, estos dispositivos ofrecen un diseño simplificado, accesible y robusto, adecuado para públicos específicos. Sin embargo, las ganancias generadas por estos dispositivos básicos no se comparan con las que generan los smartphones, lo que desmotiva a las empresas a invertir en nuevos modelos. Además, empresas como Samsung y Apple tienen divisiones de tecnología avanzada que generan miles de millones, como semiconductores y software, haciendo que este mercado sea económicamente irrelevante.
El profesor de marketing Jim Roberts, de la Universidad Baylor, explica que un número sorprendente de dumbphones se vende en EE.UU., lo que atribuye a la creciente insatisfacción de los consumidores con la hiperconectividad. Muchos usuarios, según él, buscan una reconexión con el mundo físico y ven en los dumbphones una forma de limitar el tiempo frente a las pantallas.
A pesar de esto, los expertos advierten que la vida útil de los dumbphones podría verse amenazada por la transición de las redes 2G y 3G a redes más modernas, que son esenciales para el funcionamiento de estos dispositivos más simples. Además, en un mundo donde hasta los trabajos básicos requieren algún nivel de conectividad digital, muchos usuarios pueden enfrentar dificultades al renunciar a las funciones ofrecidas por los smartphones.
No obstante, existen empresas que buscan alternativas. La startup Light, por ejemplo, creó el Light Phone, un celular minimalista y sofisticado que cuesta alrededor de 299 dólares y ofrece solo funciones esenciales, como llamadas, mensajes y algunas opciones de aplicaciones. A diferencia de los feature phones, que generalmente se destacan por su bajo costo, el Light Phone está destinado a un público que valora el diseño y está dispuesto a pagar un precio alto por una experiencia tecnológica más intencional.
Otras marcas siguen el mismo camino, como Punkt, que lanzó un smartphone simplificado de 750 dólares, dirigido a consumidores de alto nivel. La Ghost Mode, una empresa estadounidense, ofrece un servicio que transforma el smartphone Pixel 6a en un dispositivo personalizado con acceso restringido, cobrando 600 dólares por la reprogramación. Estas alternativas ilustran la búsqueda de las empresas de un modelo de negocio viable para los consumidores que desean reducir su exposición digital sin abandonar por completo la conectividad.
Aunque estos dispositivos no sean una solución garantizada para la desconexión digital, ofrecen opciones atractivas para quienes desean salir del ecosistema de smartphones. Aun así, el mercado sigue siendo incierto, y fabricantes como Bullitt, que producía mi CAT S-22, cerraron sus puertas, dejando un vacío para nuevos entrantes o, tal vez, para el regreso de un público dispuesto a reconectar con lo esencial.
Después de probar el CAT S-22 durante una semana, volví a mi smartphone Samsung, pero con un cambio: adopté una aplicación llamada Minimalist Phone, que simplifica la pantalla y elimina íconos llamativos. Aunque todavía mantengo aplicaciones de comunicación esenciales, la mayoría de las aplicaciones de redes sociales fueron eliminadas. No las echo de menos y redescubrí el valor de una vida digital más simple.
En medio de un mundo cada vez más dependiente de la tecnología y la hiperconectividad, el deseo de teléfonos menos inteligentes refleja una búsqueda profunda de equilibrio y control. La elección de muchos por dispositivos que limitan la exposición al digital — ya sea a través de dumbphones simples o modelos premium con funciones minimalistas — revela una insatisfacción creciente con la vida moderna y con el impacto de los smartphones en la salud mental, la productividad y las relaciones interpersonales. Aunque los smartphones dominan el mercado y representan la principal fuente de lucro para las grandes empresas de tecnología, el movimiento hacia dispositivos más básicos continúa creciendo, impulsado por personas que desean una vida menos saturada de notificaciones y distracciones.
Sin embargo, el futuro de los dumbphones sigue siendo incierto. Las barreras económicas y tecnológicas que dificultan la producción y venta de estos dispositivos son significativas, y las grandes empresas no tienen incentivos claros para invertir en este segmento de bajo retorno. Aún así, iniciativas innovadoras como Light y Punkt muestran que existe potencial para nichos de mercado que buscan desconectarse sin perder completamente las ventajas del mundo moderno.
La conclusión es que, aunque los dumbphones pueden no convertirse en una tendencia generalizada, plantean una pregunta relevante sobre el papel de la tecnología en nuestras vidas. Para muchos, esta elección simboliza una reconexión con el mundo físico y un movimiento hacia redescubrir el propósito del uso de los dispositivos. Sea cual sea el camino, esta tendencia señala una discusión mayor y más amplia sobre los límites de la tecnología y sobre cómo cada uno de nosotros puede equilibrar mejor la vida digital y el mundo que nos rodea.